martes, 21 de agosto de 2018

VICENTE VERDÚ


NO FICCIÓN. Vicente Verdú. Editorial ANAGRAMA 2008 

EL AUTOR.
Vicente Verdú es ilicitano y medio santapolero. Una vez fallecidos los padres, Antonia Maciá (Tonica), reina, en aquellos tiempos, de los Juegos Florales de la Poesía en Elche, y de Vicente Verdú Quiñonero (¡todavía recuerdo su nombre completo y su porte!) vive, digo, cuando puede, en un chalet con puertas y ventanas pintadas de azul, como el mar, frente al mar que se contempla desde allí, en Santapola del Este. Yo vivo en verano en un edificio delante del suyo, y lo veo desde mi terraza, no a él sino a la casa. A él sólo lo veo algunas veces en la playa (en las rocas), a veces nos cruzamos, cuando sube de bañarse y yo bajo ”a no sé qué”. Porque me baño poco desde que soy mayor, o mejor, vieja, (el término que a él no le gusta en su “boomerang”). “Tener mucha edad suele dar mucha vergüenza pero sólo hasta que se llega a un punto en que tener muchísima edad se transforma en ¡una categoría!. La radiación que recibe este nuevo estado, notablemente distinguido, es efecto de haberse liberado de la vejez, porque si lo viejo es oscuro lo anciano se tiñe de color plateado. El viejo sufre, el anciano se complace en el espacio que le ha de quedar para vivir”.

No sé. Yo, como todos los seres vivos de la naturaleza, voy envejeciendo.

Por eso, el término vieja lo considero más “natural”. Ese término creo que define mejor mi edad. Mucho menos que vieja me gusta ser anciana ( que él rodea con un halo de inmaterialidad). No, a los ancianos las familias sólo los quieren ver en los asilos, porque molestan. Mayores son mis hijos, yo ya soy vieja y libre y escribo y leo y me dedico a lo que me gusta y mis hijos me respetan y me quieren. No les molesto todavía. Pero no me siento anciana. Aunque esté ya frente al muro de la muerte. Pero decían los existencialistas que “somos un ser para la muerte y desde que nacemos, ya somos lo suficientemente viejos para morir” .¡El pesimismo de las guerras!. Ahora estamos en otro pesimismo, el de qué vida vendrá para los nuestros…

A Vicente Verdú, mi vecino de Santapola, le hicimos un homenaje el 28 de Abril del año 2008, con motivo de la celebración del Día del Libro, en el Club Senior de la UMH del que soy presidenta desde hace muchos años (los cargos son “cargas” que todo el mundo elude), porque VICENTE VERDÚ es un personaje ilustre (ausente) para nosotros los ilicitanos.

Es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona, miembro de la Fundación Niemann de la Universidad de Harvard, ha sido redactor jefe de “Cuadernos para el Diálogo” (mi Revista favorita en aquellos años del franquismo …), de la Revista de Occidente y, como periodista y economista ha sido Jefe de colaboraciones, de opinión y de cultura de El País. Autor de numerosísimas obras entre las que he leído algunas, la primera ”Noviazgo y matrimonio en la burguesía española”, escrita con su mujer Alejandra con la que yo charlaba en la playa de mil cosas, entre otras de Filosofía, porque yo, como ella, había estudiado Filosofía. Se nos fue hace ya muchos años.

También he leído “Yo y tú, objetos de lujo” donde Vicente Verdú reflexiona sobre el final de la era del consumismo y del individualismo desenfrenado que ha sido sustituida en el siglo XXI por la era de la comunicación, el “personismo” lo llama, una relación no profunda pero múltiple, una cultura común, que considera que nos va a llevar a un mundo mejor.

En su “Apocalipsis Now” hace un frío y perspicaz análisis de nuestro mundo que contradice, lógicamente, su optimismo anterior.” Su interpretación del Apocalipsis de San Juan vislumbra lúcidamente lo que nos espera. Vivimos en la incertidumbre. Un tiempo de valores cambiantes, inestabilidad laboral y precariedad emocional. Las tentaciones milenaristas y el relato sobre el fin del mundo se entremezclan con la crisis financiera mundial. El Apocalipsis de Juan reflejó en su día estas mismas sensaciones” (Crítica del sociólogo Salvador Giner).

Ha recibido, además, numerosos premios: el Anagrama 1997 por su libro “El Planeta americano”, del que me interesó sobre todo, su análisis de la vivencias de la Religión en EEUU. Lo escribió después de las experiencias de sus años vividos allí; el XV Premio Espasa de Ensayo por su obra “Impresiones desde los 50”. Ha sido Premio “González Ruano 1977 de Periodismo etc.

En nuestro Taller de lectura se leyó en homenaje suyo, como escritor nacido en Elche, uno de sus primeros libros escrito en colaboración con su esposa Alejandra Ferrándiz, “Noviazgo y matrimonio en la burguesía española” , seguida de una charla-coloquio sobre la lectura de su libro, de carácter autobiográfico “No ficción”.

Posteriormente ha publicado, entre otros “ El estilo del mundo” donde podemos leer que “si el capitalismo de producción era triste, el capitalismo de consumo era trivial, el capitalismo de ficción es tramposo. El capitalismo buscaba ganar a cualquier precio, pero el capitalismo de ficción aspira especialmente a gustar. Este capitalismo no posee como objetivo fundamental la producción de bienes sino, ante todo, la producción de realidad. Una segunda realidad o realidad de ficción, anti-trágica y simple, convertida en resguardo y en cultura de la distracción”. Me suena como la filosofía del surcoreano Byung Chul Han en “La sociedad de la transparencia “ , en la que analiza al hombre del neoliberalismo, convertido en esclavo, que ha optado por el sometimiento, un modo de vida escasamente interesante, “la mera vida” frente a la vida buena”..

En “Enseres domésticos”, a cuya presentación en Elche asistí a la librería “Ali Truc”, Vicente Verdú nos habló de los enseres cotidianos, el jabón, el papel higiénico, nuestro sillón, el cepillo de dientes etc. que envuelven nuestra vida como un caparazón que echamos de menos cuando no estamos, porque forman parte de nuestra propia identidad. “Sin casa donde acantonarse se vive como en las afueras de uno mismo y, aun sin perder el embalaje del cuerpo, faltará la guarida que hace las veces de un segundo envoltorio orgánico”. Nos podemos imaginar lo que significa un desahucio, cuando una familia entera pierde ese caparazón.

“Noviazgo y matrimonio en la burguesía española” ha sido reeditada en 2004. Allí habla de “…La magia de la mentira real en el amor indisoluble y el escudo de la institución… un intento de explicación crítica pero también, en muchos aspectos, una simple crónica de la vicisitud, la confusión y las contradicciones en la relación de pareja, dentro del cambio social y el desarrollo capitalista español de los últimos veinte años” (Prólogo de la obra. Noviembre de 1974).

LA NOVELA “No ficción”. (Editorial Anagrama, 2008).
“El hilo del libro sigue la línea de un percance físico relativamente común que se ramifica en variadas anécdotas, en homenaje al privilegio de vivir y sus recreos sensoriales en la estética, la automoción, la comunicación o el sexo. Todo ello dentro de una opción literaria que elige la no ficción como la forma idónea de mentira. El texto, en fin, no se tiene como pretexto o apoyo subsidiario sino como el medio óptimo para referirse a la peripecia personal donde el ejercicio de escribir es tan decisivo para husmear sus fisuras” (de la editorial Anagrama).

Vicente Verdú afirma, a propósito de una crítica a su libro, aparecida en el suplemento Babelia de “El País”, que ”No ficción es un libro autobiográfico…., y sólo lo que vive como escritura del yo tiene rango literario…”´.

En el ANÁLISIS de la novela encontramos que, efectivamente, “No ficción” contiene datos biográficos y reflexiones. Quizá se le podría englobar también dentro del género de ficción, porque, en la búsqueda de sí mismo, parece que quiere inventarse un nuevo yo (¿es la no ficción una forma de mentir?).

Preocupado por el paso del tiempo, sobre todo el tiempo físico, el protagonista nos aparece en la novela como algo hipocondríaco, preocupado por sus males físicos, reales o aparentes y poco preocupado por la madurez, aunque a veces se confundan.

Él mismo parte en la Introducción del libro de un hecho preocupante: un doctor le predice un enfisema pulmonar si no deja de fumar . A los quince días deja el tabaco y escribe un libro “Días sin fumar”, para seguir una posible transfiguración en su personalidad.

Su obsesión por la edad aparece también a lo largo de la autobiografía o de la ficción, cosa que yo también he compartido: mi madre se quitaba 10 años porque de lo contrario, decía, “con mi edad los médicos me apartarán y no me harán caso”. Y no le faltaba razón: cuando estuvo enferma grave en el Hospital, una malhadada jefa de enfermeras nos culpó al médico y a nosotros, sus familiares, porque mi madre estaba ocupando una cama que debería ocupar un enfermo más joven. Deberíamos haberla denunciado. Pero es un riesgo cuando la autoridad competente podría pensar lo mismo que ella. Esa democracia incipiente no permitía tales lujos. Y ahora, después de otras experiencias, puedo afirmar que tampoco. La sanidad es un sistema jerárquico que favorece que el jefe que no tiene una formación ética, o más bien bioética, hace y deshace a su antojo en el departamento, sin respeto a médicos ni pacientes.

¿Y ahora?. A nivel local existe una autocensura porque, de lo contrario te conviertes en enemigo. Este país nunca será democrático. Para ello haría falta EDUCACIÓN, “educación para hacer uso público de la razón íntegramente”, como decía Kant. La educación es lo que hace que seamos lo que somos. 

Cuenta el autor más adelante que, a propósito de la presentación de un libro en el Instituto italiano, el profesor Alberoni habla sobre las relaciones hombre-mujer y afirma que estas relaciones sólo pueden ser simétricas cuando ambos tienen menos de nueve años. Cuando crecen, a ellas les gustan los mayores, los cantantes de grupos musicales mayores que ellas. Después vuelven a los jóvenes y se casan con ellos, pero a los cuarenta años están hartas y se separan para vivir una vida libre y sin ataduras. Piensa Vicente Verdú que a esa edad ellos ya están mal físicamente y no pueden responder a sus expectativas.

En el siguiente capítulo,” Irena”, sigue insistiendo en el mismo asunto de la incompatibilidad física entre mujeres y hombres. Conoce en el Instituto italiano a una mujer Irena, alta, rubia, independiente a quien le gusta su profesión, las condiciones que pone Alberoni para que se dé el enamoramiento, para que la pareja pueda ofrecerse el don de su libertad. Sin embargo afirma, por otra parte, que en el hombre no son necesarios los atributos físicos, lo cual es una contradicción en relación a lo anterior, creo yo, y, además, una falsedad. A la mujer se le exige perfección y el hombre puede ser feo. Lo de siempre.

A lo largo de la novela aparece siempre esa inseguridad física, real o fingida, sus achaques de la edad, provocada por depresiones, pasiones, alcohol etc. En el siguiente capítulo habla de estos achaques, centrados casi siempre en el estómago “que ocupa el cuerpo con la majestad e influencia omnímoda de un emperador chino….la gastritis, la hernia de hiato, el colon irritable…no son unidades aisladas sino interaccionados con la mente” (pag. 25). “…que nos reelabora las emociones para convertirlas en lesiones… lo somático y lo psíquico se oponen…y hay que armonizarlas”.

Parece como si el autor se adelantase a la tesis sostenida por el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han, que en su libro “La sociedad del cansancio “ afirma que “La violencia, que es inmanente al sistema neoliberal, ya no destruye desde fuera del propio individuo. Lo hace desde dentro y provoca depresión o cáncer... Este sistema neoliberal ya no necesita ejercer la represión porque ésta ha sido interiorizada. El hombre moderno es él mismo su explotador, lanzado sólo a la búsqueda del éxito… Uno se ve en libertad, por eso no llega a la alienación sino al agotamiento, se explota a sí mismo hasta el colapso. Marx critica la explotación ajena (que también existe, sobre todo ahora, con la crisis) pero él insiste en que vivimos en una sociedad del rendimiento, de autoexplotación. Y el hombre se ha convertido en un “animal laborans”.

¿Cómo intenta Vicente Verdú ( o su homólogo) solucionarlo?. Padece una mala relación con su estómago, por eso trata de encontrarle una solución o quitando el estómago o con un cambio profundo de personalidad. Y decide ir al doctor Lang, que le promete curarle con la acupuntura, devolverle el equilibrio del cuerpo “la redondez del yo” .

Las agujas clavadas en su cuerpo desnudo ( porque sólo le permitieron los calzoncillos y los calcetines, con los que se sentía ridículo), le recuerdan el frio que pasó en esta pequeña clínica de barrio donde estuvo a punto de acatarrarse.

“Noté alguna mejoría después de las primeras sesiones, pero fue desvaneciéndose como el humo de artemisa (la marihuana humeante ) que aproximaba a las puntas de las agujas para dilatar el poro y que entraran sus vapores”.

En sus visitas al doctor Lang no quiere aparecer como una persona muy enferma, pero ”me dolía el estomago, me cansaba, dormía mal, tenía jaquecas…”(pag. 32)…La infelicidad como estado natural del alma, el pesimismo, la hipocondría..(pag. 148). Entonces, la terapia del Mercedes cupé.

En el siguiente capítulo habla de los escritores mal vestidos, otro aspecto que le provoca inseguridad. Las ropas son como los rastros de su último estado general, las pistas de su personalidad y se sufre el caso de artistas que son incapaces de vestir bien. “Esta ineptitud les delata como seres errantes, pues la falta de rumbo en el vestir denota menoscabo del juicio estético general y hasta del juicio a secas”. Entonces, me pregunto ¿qué pasa con Pérez Gadós o con Machado?.

Esa inseguridad que produce el ir mal vestido será subjetiva, porque somos inseguros. A mí también me pasa.

Se da en su historia una lucha dialéctica entre “lo urgente y lo trivial” que a veces se entremezclan “sin conflicto no hay identidad ni sentido”.

Intenta superar esas preocupaciones y sufrimientos cotidianos con una salida, repite, su afición por los coches de lujo, que se convierten en una auténtica terapia (pag.182).

“El 5 de Julio de 1999 fue, para mí, un día célebre. Me decidí a comprar el Mercedes 280 que había admirado a lo largo de una docena de visitas al taller de Paco Linares, desde el verano anterior….(le producía el mismo goce y entusiasmo que haberse encontrado con un libro de Cèline o de Kafka)...Estaba revestido de cuero de un dulce color camel, el mismo que distingue los guantes de los ”mayores” ingleses y las sillas de los caballos…El salpicadero de madera con el diseño de época era una franja de bienestar capaz de mejorar de un vistazo la estimación del mundo. El sonido de la bocina…. era como un estupefaciente que me remontara nemotécnicamente a través de los años …mi tío Juanico tomaba una manzanilla en el Bar Mercantil, apoyado sobre su bastón de cedro, rematado por cabeza de león rubio. Con ese bocinazo resucitaba Pedro, el chófer de la fábrica “ Viuda de Maciá”, sentado al volante como un cargo militar…..La belleza de reina de los Juegos Florales de mi madre….rodeada de damas de honor, entronizada en la cima de una escalinata…espléndida y suntuosa como un espléndido ejemplar de mujer de Elche…

El coche permitía incluso ingresar en ese ámbito sexual donde no era tanto un hijo como un observador prevenido, o tal vez más dulcemente, la reencarnación del padre”.

El negocio de la compra del coche se convirtió en un galimatías de tal calibre que, al final, acosado por todos, hubo que renunciar a él. Otra vez su autoestima por los suelos. “Alejandra, se enojaba cuando comprobaba que estas equivocaciones caían como losas sobre mi autoestima y concretamente sobre mi seguridad para vivir apropiadamente la realidad de lo real”.

(En épocas anteriores, estando yo en Madrid, recuerdo que cuando venían las depresiones, normalmente por motivos amorosos, nos bastaba con comprar un bolso nuevo para superar la depresión. En esta época de escasez postfranquista era imposible querer más.

En las citas con las mujeres, Vicente Verdú se entretiene en describir los vestidos (la ropa, lo físico). También esto parece denotar una falta de seguridad en sí mismo, que encubre con autosuficiencia, lo que le lleva al fracaso (pag 132). Como contrapartida aparece en su escrito un cierto humor un poco ácido…….. “No debió parecerle (a Irena) muy aceptable mi aspecto, pero a mí tampoco me parecía encantador el suyo. Llevaba unos pantalones que le acentuaban la anchura de las caderas, muy en contraste con el torso estrecho y largo que remataba una cara alargada….Esta chica, pensé, es pesadísima…¿Por qué me citaba?”. Describe minuciosamente la ropa que llevaba, descripciones puramente físicas. ¡hombre al fin!. Las relaciones sociales, aunque fueran con mujeres, le sacan de su universo y le violentan. (Pero la verdadera cura la encontrará después en la pintura).

El filósofo surcoreano lo resolvería, como dice en su libro “La agonía del Eros”, por medio del amor, “Hay que negar el presente represivo y aceptar la existencia del otro y, de este modo, la posibilidad del amor…Sin el deseo hacia un ser amado, que es el otro, no hay posibilidad de filosofía. Es el amigo el que introduce una relación vital para poder pensar. Por el contrario, la falta de relación con otro es lo que produce la depresión, agudizada hoy, dice, por los medios digitales, las redes sociales, que exigen la exposición al desnudo para ser devorado inmediatamente. Así, en Facbook para capturar la atención hay que exhibirse, mostrarse en el escaparate”. Yo opino que no en todos los casos. Aunque sí es cierto que es necesario preservar cierta intimidad para que la sociedad no se convierta en lo que él llama “la sociedad de la transparencia” poblada de espectadores y consumidores, que considera más totalitarismo que democracia.

En Vicente Verdú aparece, como contraste, la simbología del color azul como la pura creación que sale espontáneamente del yo. “El fondo de la felicidad, el fondo de la infancia y el fondo perdurable después de muerto”…”El cenit del placer laboral, según mi mera interpretación del placer humano en el trabajo sería adentrarse profundamente en su tarea sin necesidad de atravesar un ritual esforzado y componer, escribir, pintar, diseñar, refiriéndose a las cosa con la misma espontaneidad con la que se habla, se anda o se hace gimnasia. El cerebro absolutamente vacío, transparente y azulado en la plenaria combustión del yo”. El color azul es la posibilidad de crear. Se refiere, seguramente a su actual aplicación a la pintura, a su creación pictórica que tanto parece gustarle.

Como es lógico, el libro contiene al final unas reflexiones sobre la muerte, el color negro: su hermano Eduardo, su madre, Alejandra…

La figura de Alejandra aparece suavemente, la mujer que, a pesar de su dedicación a la universidad, regala su vida a su familia como algo natural, como suelen hacer las mujeres inteligentes que saben que, a pesar de todo, no han conseguido todavía la “feminización de los hombres”, que no acaban de percibir que no es la razón, sino los sentimientos los que mueven a los seres humanos.

Las magníficas descripciones pormenorizadas de sus males físicos, apagan la memoria de su esposa, enferma de muerte, quizá de una forma intencionada, porque en definitiva, “el único proyecto válido es estar vivo, basta con vivir .

“Mi FICCIÓN discurre por las orillas de lo cotidiano, al hilo de los amores, de las alternativas del dolor, la belleza o la silenciosa muerte. Todo ello con un tratamiento que deshace en partículas los reveses y estima el gozo, grande o pequeño, con un valor y primor semejantes. La idea de que lo trascendente y lo contingente ocupan lugares separados se contradice con la experiencia inmediata de cada día. A menudo la tristeza se corresponde con una adversidad menuda, como también la confianza en uno mismo obedece a una tesitura ligera. En estos trances sin ordenación se consume la existencia”.

Mi sencilla opinión es que si esto es una autobiografía, felicito a Vicente Verdú por su sinceridad y su valentía. Sólo con este libro ha superado todas las inseguridades. Enhorabuena por ser tan bueno.

Margarita Fuster. Taller de Lectura. 2008.

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